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Opinión

“¡Guarda silencio!”

Opinión

Hay un dicho, que yo lo recuerdo con frecuencia a la gente, que es así: “No es el ruido el que te molesta; eres tú el que molesta al ruido”. Y lo comento para explicar en parte este otro que se formula de este modo: El bien y el mal, el bienestar y el malestar vienen de adentro para afuera y no al revés. Es decir, que no hay que atribuir a nada exterior sino a uno el sentirnos mal, echando la culpa a algo o a alguien que no la tiene.

No obstante, se me dirá, y es cierto, que hay ruidos y ruidos. Unos insoportables y otros no tanto. A los primeros se refería el filósofo Soren Kierkegaard al asegurar que hay ruidos que causan enfermedades y que, en consecuencia, si fuera médico aconsejaría lo siguiente: “¡Guarda silencio!”.

El silencio, por lo demás, nos ayuda a entrar dentro de nosotros mismos, nos atrinchera contra las influencias indeseables de afuera, nos reafirma en el ser nosotros mismos, nos humaniza. Ahora bien, la tranquilidad y paz que favorecen el silencio no es algo que se nos dé gratuitamente, algo espontáneo. Hemos de hacer lo nuestro para encontrarla y gozarla, lo que, a su vez, está sujeto a determinadas condiciones.

La primera, y principal, es permanecer inmóvil. Es decir, situarse en un lugar y quedar quieto. Noto aquí algo que afirma, a propósito, Anselm Grün: “Si permanezco inmóvil, empiezo a sentir hambre. El hambre apunta a algo que es necesario para la vida. El niño hambriento necesita que su madre lo amamante. El sosiego nutre al niño”. Más adelante añade: “Pero no es un hambre que deba calmarse de inmediato con comida o bebida. Más bien pone de manifiesto un profundo deseo en nosotros. Y el deseo no es sólo hambre”. 

Por su parte, Schnitzler afirma: “Es el deseo, no la satisfacción del mismo, lo que alimenta nuestra alma”. En el silencio somos también alimentados y sosegados, pero no con cosas exteriores, sino con el deseo. El deseo es algo santo en nosotros. El deseo nos pone en contacto con la riqueza interior de nuestra alma.

Se habla del “baño del silencio”. En efecto, se trata de la necesidad de regenerarnos, purificarnos, aclararnos, desintoxicarnos en lo hondo de nuestro ser. Esto tiene que ver con el enfrentarme con la verdad de mí mismo, casi siempre algo incómodo, para aceptarme y valorarme tal cual soy, reconciliarme, y desde ahí emprender una progresiva superación.

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Sábado 29 Junio, 2024

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Juan Luis Mendoza

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