Soy una mujer soltera de 30 años. Tengo una relación desde hace un año. Desde el inicio me di cuenta que él es muy celoso, pero nunca habíamos tenido ningún problema importante. Vivo con mis padres, que son mayores, y por eso le pedí que no nos viéramos, para evitar un contagio. A él le pareció razonable, pero me llama a toda hora, me pide fotos para cerciorarse dónde estoy y me pregunta si me estoy viendo con alguien. Me siento ahogada.
En nuestra cultura los celos enfermizos son muy frecuentes y son causa común de violencia doméstica. De manera paradójica existe la idea social de que los celos son una señal de amor verdadero y muchos lo ven como una simple necedad sin consecuencias. Sin embargo los celos suelen ser la antesala de escenarios de conflictos repetitivos que condicionan una relación caótica.
Es común que los celos despierten en el individuo el deseo de controlar la vida de la pareja de una manera creciente. Al inicio de forma disimulada y revistiéndolo de amor, luego de manera franca, alegando desconfianza, con el agravante que los celos se calman de manera transitoria, pero es cuestión de tiempo para que vuelvan a florecer de manera recidivante.
Se comprenderá que en estos días de cuarentena los celos se han exacerbado, sobre todo cuando las parejas no se pueden ver como antes o cuando la persona celosa tiene teletrabajo y la pareja acude al centro laboral.
Tanto la pareja como la persona que experimenta celos enfermizos deben entender que esto es un problema y no se resuelve con solo proponérselo. Es necesario un abordaje profesional y el noviazgo es un buen momento para buscar esa ayuda que va dirigida a solucionar esas desconfianzas y temores que se esconden detrás de los celos.
