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Opinión

La antigua ciudad de la alegría

La columna de Jaime Ordóñez

En Alepo, Siria, los niños están empezando a suicidarse. En medio de una de las masacres más grandes de las últimas décadas, niños y niñas entre 8 y 10 años de edad están tomando la decisión más triste e inaudita para alguien que está empezando la vida: quitársela. 

 

La mayoría son huérfanos y deambulan por la ciudad sin techo ni comida, famélicos, la piel ya pegada a los huesos. El bombardeo que ha destrozado la ciudad ha matado entre 12.000 y 15.000 personas en el último año y ha generado una de las crisis de refugiados más dolorosa y triste de la historia. Cerca de 4 millones de sirios deambulan hoy por el mundo o sobrevivenen campos de refugiados. Y muchos de los que no han podido huir son esos niños, envueltos en una guerra de fanatismos religiosos e ideológicos cruenta y absurda, como todo lo que nace del dogma. 

 

Alepo fue considerada por siglos la ciudad más alegre de Siria, una y una de las más creativas y abiertas del mundo árabe. Cultural y religiosamente, fue una de las más abiertas de Oriente Medio, con una mayoritaria población de musulmanes suníes, pero con un importante grupo cristiano (casi el 15% de la ciudad) que convivieron por centurias con los mahometanos. Una población compuesta por árabes, kurdos, turcos, cricasianos, chechenos, albanos, bosnios y búlgaros. Ha sido la ciudad más poblada de Siria con cerca de 2.400.000 habitantes en el último censo, rival en muchas cosas de la mítica Damasco.

 

Una ciudad tan culta y cospomolita que existe la fama que sus habitantes son los principales expertos de música árabe en todo el Medio Oriente, y los principales músicos de distintos lugares -desde Irán, Irak, o las repúblicas árabes- hacían siempre su inicios o bautizos musicales allí. Si no se triunfaba en Alepo, era difícil hacerlo en cualquier otro lugar del mundo árabe. Algo así como la Meca musical, o el París del siglo XIX e inicios del siglo XX para los escritores que de distintas partes del mundo recalaban en sus buhardillas y sus bares. Tan importante en esa zona del mundo que competía con la mítica y otrora hermosísima Beirut en Líbano (el París del Medio Oriente durante siglos, hasta que fuera destrozada por guerras), con el esplendor Bagdad o Therán, las cunas de la civilización.

 

Alepo está hoy destrozada y sus niños suicidándose. El absurdo de una guerra dogmática donde todo se ha mezclado (la guerra fratricida del mundo de los descendientes de Mahoma, los suníes y los chiítas; la persecusión étnica; la radicalización de los sectores más delirantes del islamismo, la política de Al Bashar dispuesto a sostenerse en el poder a sangre y fuego, y hoy necesario pues es un aliado en lucha contra ISIS), se suma a un espacio de lucha de la superpotencias, donde Rusia, aliado a Irán, por un lado; los EEUU e Israel por otra parte ayudan atizar la hoguera. Y con una Unión Europea indolente y una OTAN incapaz de hacer ayuda humanitaria donde realmente la humanidad lo necesita. Allí donde están muriendo sus niños. 

 

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PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Lunes 12 Septiembre, 2016

HORA: 12:00 AM

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