SOBRE LA SOLIDARIDAD
Carlos Mata Coto* / [email protected]
Me quiero referir a un término que todos conocemos, quizás sin mayor precisión teórica, pero que comprendemos los fines que se persiguen, aunque en la práctica, en la mayoría de las veces esperamos mejores resultados. Esos resultados que se esperan son propios de la esperanza y del bienestar de todos. La idea de solidaridad nos sugiere una unidad entre los miembros para obtener fines que beneficie a todos. Diría Jean-Jacques Rousseau, en su obra El Contrato Social, «cada cual pone en común su persona y su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y cada miembro es considerado como parte indivisible del todo».
La solidaridad es un elemento determinante en los reinos de la vida, de ahí el equilibro de las distitas especies y de los ecosistemas. Lo cierto es que lo que llamamos solidaridad, se obtiene de la observación de la Naturaleza. La sobrevivencia de una especie es producto de la solidaridad.
¿Qué sucede con nosotros? Que a pesar de todo sobrevivimos, convivimos y existimos, pero que a pesar de las asociaciones y sus técnicas, todavía estamos en deuda con la idea de solidaridad. El egoismo nos aparta de toda idea de comunidad y de solidaridad, e incluso es producto de grandes rupturas y desastres. El egoista es un ser contrario a la idea de solidaridad, en palabras de John Rawls, de su obra Teoría de la Justicia, «un egoísta es alguien entregado al punto de vista de sus propios intereses. Sus fines últimos están relacionados consigo mismo: su riqueza y su posición, sus placeres y su prestigio social, y así sucesivamente».
Un deportista es un ser egoista, que se nutre de sus propios logros, títulos y progresos, y logra obtener la ovación de sus seguidores, como producto de sus esfuerzo.
Ese egoismo se ha tranformado por las organizaciones comprometidas con los más desfavorecidos, valiéndose de esas figuras, para luchar por las causas nobles y de necesidad.
De la soberbia, como un exceso de la propia valoración, en que se niega toda posibilidad de comunidad y de los otros, es así contraria a toda posibilidad de solidaridad, lo que también sucede en las democracias cuando los dirigentes políticos se obsecionan con su figura, bajo el pretexto de sus ideales.
En términos de solidaridad, el obtener logros para todos, beneficios de grupo, implica beneficios para cada uno; pero debemos aceptar que todos tenemos autonomía personal, libertad y, en concreto metas y anhelos. Nuestros logros personales o nuestras virtudes, pueden generar envídias en nuestros semejantes.
En palabras de Bertrand Russell, de su obra La Conquista de la Felicidad, «la envidia es la base de la democracia». Los individuos pueden en situaciones de competencia, obtener avances importantes en su esfera individual; siguiendo con el ejemplo del deportista, los buenos resultados de sus oponentes le pueden causar envidia, pero de él depederá el cómo canalizar esa envidia.
La solidaridad es la unión de los miembros de la organización para un fin común. El ser solidario implica una identidad común, para el bienestar de todos. Esta idea resulta contraria a la democracia, si partimos de una democracia de las mayorías; de ahí que hoy en día se aborde la democracia de forma deliberativa.
Dependerá de las políticas estatales el como progresar en comunidad, que el beneficio sea para todos, pero que a la vez, en nuestra propia autonomía logremos surgir como personas, que en términos de igualdad tengamos un equilibrio de oportunidades. Sin embargo, de nuestra parte como ciudadanos, también está el organizarnos por el bienesta de todos.
Abogado*
