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Vida

“Ya casi no tenemos intimidad”

Sentimientos en conflicto

CONSULTA:Estimado don Profesor Corazón, quiero contarle que quedé viudo a los 32, cuando mi esposa murió dando a luz a mi único hijo. Después de la muerte de mi esposa he tenido varias compañeras, pero con ninguna ha funcionado, por distintos motivos la relación siempre se va al carajo, hasta hace cinco años, cuando andaba en una gira de trabajo y conocí a una señora de Esparza que me presentaron en una actividad de una asociación de desarrollo. Al final de la reunión hubo una pequeña fiesta, había música y sin pensarlo dos veces la invité a bailar. Nos caímos bien y conversamos sobre nuestras vidas, supe que al igual que yo ella también es viuda y madre de una muchacha de edad parecida a la de mi hijo. Ella ya tiene nietos, yo todavía no. Desde que la conocí me agradó porque es femenina y delicada, por su linda sonrisa, por la forma de su boca, su cabello negro, sus ojos color miel y sobre todo su piel morena, rasgo que siempre me ha atraído de las mujeres, sin importar su edad. Al día siguiente debía regresar a San José, entonces como yo quería volver a verla convenimos en que iría a visitarla a Esparza. En efecto, así lo hice y a los quince días iba yo con las ansias y la emoción de volver a verla, de comprobar que lo que estaba sintiendo por esa mujer no era un simple capricho, sino el principio de un amor verdadero. Al llegar allá ella estaba esperándome en la parada, como vive cerca nos fuimos caminando. Cuando llegamos a su casa me atendió muy bien, me había preparado un arroz con mariscos delicioso y una vinagreta, que a mí me encanta. Ella cocina muy rico, esas es una de sus tantas habilidades. Ese día deseaba quedarme allá, pero no podía porque al siguiente tenía unos compromisos, así que le propuse que la próxima vez viniera a San José, donde vivo solo en un apartamento cómodo, pero pequeño, pues solo tiene dos cuartos, sala-comedor, baño y cuarto de pilas. Con los días ella me llamó y me dijo que deseaba venir, pero que no podía porque la habían despedido del trabajo y todavía no le habían liquidado, y que la pensión que le dejó el marido solo le alcanzaba para pagar el alquiler y los recibos. Sin que ella me pidiera nada me puse la mano en el corazón y le hice una transferencia por ¢20.000 para que pudiera movilizarse desde allá cuando quisiera. Profesor, cuál fue mi sorpresa cuando a la semana siguiente, un día como a las 2 de la tarde, me llamó para darme la sorpresa y decirme que ya venía para San José, me dijo que venía por el cruce de Naranjo. Ni lerdo ni perezoso me alisté, salí, cogí un taxi y me fui a esperarla a la parada. Al ratico ahí estaba yo, ansioso pero puntual, esperándola. Como a los quince minutos llegó el bus, al bajarse llegué a ayudarle porque venía cargada, me traía unos aguacates. Como quería llegar rápido al apartamento para estar a solas con ella tomamos un taxi y rapidito estábamos de regreso. Traté de recibirla bien y hacerla sentir bienvenida, lo que ella notó y me agradeció con un beso tan rico, tan largo y tan lleno de pasión como nunca ninguna mujer me había besado. Solo para que usted sepa, ese día se quedó a dormir conmigo. Ella es muy hacendosa, se puso a barrer y limpiar, hasta me hizo tortillas para que probara la calidad de los aguacates que me trajo. Después de comer nos quedamos hablando hasta tarde de nuestras cosas y nuestros planes para el futuro. Para no hacerle muy larga la historia, al cabo de un mes se vino a vivir conmigo, se trajo solo la ropa y todo lo que tenía allá lo dejó con la hija, que alquilaba una casita en Barranca. El año que siguió fue de los mejores en mi vida, pues ella es una mujer muy valiente, hogareña y comprensiva, solo que hay días en que se levanta un poco de mal genio y es cuando se le meten las cabras. Yo le hablo por las buenas y si no hay manera, entonces tengo que pararme duro y hablarle fuerte para que se le baje la chicha. Pero ese no es el problema, Profesor, el problema es que la hija se vino a meter aquí con nosotros y se trajo a sus dos chiquitos porque el marido le dio vuelta y se fue con otra. No sé muy bien cómo está la historia, eso es lo que mi mujer me contó. Yo le dije a mi mujer que podía quedarse un mes mientras resolvía a ver qué hacía, pero ya lleva dos meses y medio y no quiere salir. Esa muchacha se levanta tarde, no come, sino que harta, no lava ni un plato y ni siquiera sale a buscar trabajo, solo cuida a los chiquitos. Yo le dije a mi mujer que algo tenemos que hacer porque ya no quiero más a esa muchacha en mi casa, pero ella me dijo que cómo se me ocurre tirarla a la calle con los chiquitos, que si no me dan lástima, pero yo le digo que ese no es mi problema, sino de ella y del hombre que se los hizo. Toda esta situación me tiene de mal humor, pues a mí no me gusta discutir con nadie, menos con mi mujer. Profesor, perdimos la privacidad y ya casi no tenemos intimidad, como antes, cuando vivíamos solos. En el trabajo no saben de esta situación que estoy atravesando, pero algo sospechan porque me han dicho que me ha cambiado el humor, que ya no soy el mismo dicharachero y bromista de siempre. Sé que estoy viejo, Profesor, pero le cuento esto para que me dé su opinión y me diga qué hacer, pues no quiero empezar a tener problemas con mi mujer, a la que amo quizá tanto como a mi esposa. Yo no pido mucho, solo deseo que esa muchacha agarre sus cositas y se vaya con sus hijos para otra parte porque los problemas no se resuelven endosándoselos a los demás. Gracias por su sabio consejo. Anónimo. 

RESPUESTA: Querido amigo, es curioso cómo lo que empezó como una historia de amor entre tú y esa dama dio un giro tan inesperado con la llegada de su hija y sus nietos. Esta situación se arregla muy fácil, solo tienes que sentarte a hablar con tu compañera, decirle que como padre tú te pones en sus zapatos, pero que ella también haga lo mismo y sea consciente de que la presencia en tu casa de su hija y sus nietos altera la paz que como pareja disfrutaban antes de que llegaran, en menoscabo de la privacidad que toda pareja necesita para mantener viva la llama de la pasión. Dile que no tienes nada contra ellos, incluso que te gustaría contar con los medios para ayudarles, pero que no apele a tu lástima, pues es su hija como adulta quien debe buscar una solución. Espero que tu situación se revuelva y todos queden conformes. Tu amigo de siempre, Profesor Corazón.

 
 
 

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 24 Julio, 2023

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