El burócrata gentilhombre
Luis Mata
Las reacciones de Luis Guillermo Solís Rivera ante los cuestionamientos se parecen mucho a las del profesor universitario -ojalá nombrado en propiedad- que en el aula no admite crítica, pues para eso él manda. Exige respeto, pero olvida que lo que dignifica un puesto es lo que se hace con él, y la dignidad y respeto -que reclama Solís Rivera- se ganan a punta de trabajo y resultados concretos.
Ahora bien, quizá en esa palabra -trabajo- y el entendimiento de esta se halle el inconveniente. Para quienes viven de las consultorías eternas y de la burocracia común a las ONG, trabajo es cualquier informe o reunión, además de cumplir horario de oficina. Los informes pocas veces son revisados y nunca -invito a que alguien me demuestre lo contrario- son contrastados con resultados concretos, lo mismo que las eternas reuniones, por lo que el informe o la reunión se convierten en un fin en sí mismo y, para el burócrata profesional, ese es su trabajo: hacer informes, diagnósticos o reunirse.
Es entendible entonces que, ante la emergencia de Turrialba, Solís Rivera en cadena de televisión dijera que habían “trabajado como locos”, y así lo demostraba la presentación “de más de quince mil informes” sobre el desastre, aunque al día de hoy buena parte de los daños continúen esperando acción. Otro ejemplo lo es que se firmara un decreto de emergencia para atender alcantarillas, tanques sépticos, puentes y similares al principio de esta Administración, sin que al día de hoy se haya arreglado ni un cordón de caño de lo señalado en el Decreto. Para el burócrata profesional, la acción de firmar el decreto es, por sí misma, su trabajo y, por tanto, con ese acto simbólico, ya cumplió con el “trabajo” que le fue encomendado.
La ficción del simbolismo sustituye a la acción concreta, ¿Será por eso que el “ministro de comunicación” va a presentar un mapa virtual de los logros gubernamentales? Sumemos a lo anterior el aura de infalibilidad que algunos profesores del claustro tienen por su simple condición, pues están en la cúspide de la burocracia y gozan de privilegios solo añorados y soñados por los burócratas de clase media y baja, para comprender el porqué de la molestia de Solís Rivera, ante cualquier pregunta que implique crítica, máxime si proviene de un medio cuyo sensacionalismo no gusta a la “intelectualidad” del olimpo nacional. Advierto que esto no es una generalización arbitraria: No es lo mismo el trabajo que desempeña un docente de escuela o colegio con 40 alumnos por aula, que el de un profesor universitario que en muchos casos delega en “asistentes” la clase, y, rara vez, da cursos con más de 20 estudiantes, además de gozar de vacaciones dos veces al año, aumento de 5 % semestral a la base más inflación y otra serie de infladores salariales calificados por quienes un día ejercen de jueces y otro de examinados.
De lo anterior se colige que Solís Rivera no vea problema en irse de vacaciones tres o cuatro veces al año, porque así lo hace la élite burocrática, y que no sienta tampoco obligación de justificar sus viajes con resultados concretos para el país, pues para Solís Rivera el viaje es el trabajo y él lo cumple a cabalidad, cada vez que aborda un avión.
Es obvio entonces que, para Solís Rivera, el informe de mayo sea de suma importancia, pues es “El Informe”; a su entender, su trabajo es diagnosticar, hacer discursos, intentar ser simpático y dictar cátedra desde cualquier mesa que le sirva de púlpito, pues nosotros, los “de a pie”, no tenemos el conocimiento ni la autoridad para cuestionar al profesor universitario que cree que, por ocupar el puesto de Presidente, lo es.
