Costa Rica no votó por juegos de poder
Editorial
Definitivamente Costa Rica atraviesa un proceso de transformación en lo político, económico y social.
El descontento del pueblo con quienes ostentan el poder es evidente, esa premisa fue contundente con la elección presidencial de Luis Guillermo Solís, a quien hace poco más de un año las encuestas no favorecían.
Se comenzó a gestar de acuerdo con las manifestaciones de más de 1 millón 300 mil habitantes un cambio, pues hartos del esquema del bipartidismo y algunos episodios de corrupción e inoperancia gubernamental, derrocaron a la tradición.
Toman con ello fuerza otros grupos políticos que promueven ideas populares, abocados a un país que hoy, de acuerdo con los expertos, está posado sobre las arenas movedizas y no avanza.
Hay una percepción y una cuota de realidad sobre el estado del país, la población sigue esperando el despertar de hombres y mujeres en el Gobierno, con la titánica tarea de avanzar, pero parece que poco crédito le dan los hoy administradores a esta encomienda.
¿Qué pasa?, esa es la primera pregunta de todos los ciudadanos, aunado a otras muchas interrogantes como: ¿qué parte del cambio no entienden los políticos?, ¿qué cambio estamos buscando?, ¿quiénes están liderando realmente esa transformación?, ¿fueron los resultados de las lecciones los acertados?, y posiblemente la más confrontativa: ¿puede la Administración Solís Rivera darle la patada al pasado o es más de lo mismo?
En fin, responder eso es complejo y más aún si hilamos delgado y cuestionamos: ¿será que el rompecabezas está incompleto o que los armadores carecen de destrezas?.
Es muy natural buscar respuestas, es humano cuestionarse infinidad de cosas, también es un deber ciudadano analizar el papel del Estado y sus representantes, de la administración de un sistema.
Costa Rica se está meciendo, la estructura política parece tambalearse y más grave aún el mandato de Solís podría verse en crisis, si no se dicen las verdades, si el silencio impera, si la comunicación entre los gobernantes y los gobernados sigue siendo escasa y poco clara.
Más directo, si lo que se puede hacer y resolver hoy se deja para mañana.
Este es un momento propicio, a menos de un mes del primer año de mandato hacer un ejercicio de verdades, de transparencia. La rendición honesta de cuentas siempre dará más réditos aunque haya un costo político altísimo.
Al final un gobernante digno se debe a su pueblo no a su partido, no a los tratos hechos tras bambalinas, no al juego del poder.
Con la salida del Melvin Jiménez parece que las suertes están echadas, hay quienes brincan en una pata, otros miran cautelosos lo que esa salida implica para la Administración, la vida de casi 5 millones de personas.
Lo que vive el país en este momento es como cuando la cinta de la película avanza lento mientras el protagonista tira los dados en una partida de póquer, es en efecto, una apuesta de todo o nada.
Que el exobispo deje Casa Presidencial sin posibilidad de otro cargo con Luis Guillermo Solís fue objeto de quinielas y apuestas para decirlo sencillo y directo, de otra forma porque no comprendemos el empeño en quitárselo de encima.
Las zancadillas que surgieron de todos los frentes, incluso del propio seno del PAC, son la muestra más clara de que aún hay una buena parte de los políticos que no entendieron la voluntad de la mayoría y lejos de ayudar a gobernar se han empeñado en empañar.
El tema central ahora es: ¿avanzará la Administración Central como debió hacerlo desde el inicio de la gestión de Solís?
Ciertamente el papel de Jiménez ya estaba desgastado en su función conciliadora, pero Costa Rica no depende de la simpatía, ¿dónde están los otros ministros y su aporte al Gobierno?
Los que demandaban la cabeza política del ahora exministro de la Presidencia la tienen a sus pies, eso no es derrota para el Presidente, aunque sí tiene un costo muy alto, a su vez obliga a los políticos detractores que presionaron para que eso se diera, ya que ahora deben verse obligados a trabajar con el nuevo ministro, avanzando en dar soluciones en todos los ámbitos, de lo contrario la opinión pública podría derruir que el problema no era solo Jiménez; él solo fue la excusa del momento para que se paralizara toda forma de avance como una medida de represalia contra el gobierno del PAC.
Las mujeres y los hombres en los que reside el poder para gobernar deben comprometerse a dar soluciones a los problemas que afectan a los habitantes y dejar de jugar con el poder, ya sea por despecho o por rencores, el país demanda líderes que trabajen y no enfrentamientos que no nos beneficien.
Luis Guillermo Solís fue elegido por una mayoría, ¿es posible que pequeños grupos le impidan avanzar, al costo de detener un territorio en el que urgen soluciones inmediatas?
Costa Rica demanda soluciones de los opositores políticos y de los designados en el gabinete por el mandatario para que se ejecuten sus órdenes. Como en efecto lo manifestó, él no puede estar en todo, para eso hay hombres y mujeres que deben resolver ya. Cambiar ministros no perjudica al Presidente, sino a los empresarios, ciudadanos estudiantes, padres y madres; a los ticos que demandaron un cambio para que se ejecutase.
No hay un epitafio justo para la carrera política de Melvin Jiménez, pero sí hay un enunciado que puede sustituirlo, todos los hombres que emprenden una obra son víctimas y esclavos de sus actos.
