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Opinión

Educación técnica ¿entre el ser y no ser?

Se acerca el mes de noviembre, miles de estudiantes de la educación secundaria formal se preparan para realizar sus respectivas pruebas de bachillerato, aprobarlas solo es el requisito fundamental para dar por finiquitado el ciclo de la educación diversificada, pero será el inicio de una vida más seria, en la cual se verán en la necesidad de tomar las mayores decisiones de su vida, una de ellas, escoger la profesión que los acompañará el resto de su vida, decisión que le permitirá desarrollarse como persona y entre otras cosas lograr ascenso e inclusión social. Sobresale en este punto una pregunta: ¿Es una opción la educación técnica para los jóvenes?

 

Ahora bien, el informe Estado de la Educación del 2011 hace eco de los resultados de la Encuesta de Hogares del 2009, resaltando que para ese periodo en especifico existían en el país cerca de 97 mil personas mayores de 18 años con algún grado de educación técnica, lo que representa un 3,4% de la fuerza de trabajo, situación que preocupa al sector empresarial, por ejemplo la Uccaep ha señalado en los últimos años que los niveles de técnicos medios son el trabajador más difícil de conseguir, argumento que inquieta sobre todo si se tiene en cuenta lo señalado por Cinde, institución que cuantificó mediante su encuesta de Recursos Humanos que dentro del periodo comprendido entre el 2010 y el 2013 la demanda de mano de obra crecería en promedio un 30% con respecto al cuatrienio anterior, generando 34 mil nuevos puestos de trabajo, de los cuales casi 15 mil serían personas con algún grado de educación técnica.

 

Los datos anteriores muestran claramente que la promoción y divulgación de la educación técnica en el país no ha sido la más adecuada. Mientras en países desarrollados integrantes de la OCDE han convertido la educación técnica y la capacitación en una prioridad de política, en Costa Rica seguimos pensando que este tipo de educación solamente es útil para todo aquel estudiante que por múltiples razones no logra un cupo en la educación formal, ya sea secundaria o universitaria, situación que podría variar si de antemano la información disponible para la elección de una profesión u otra, por parte de la población en general, mostrara detalles acerca de las oportunidades que brinda la educación técnica, entre ellas la alta demanda de sus servicios por parte del sector empresarial, así como la composición de lo que se conoce como la pirámide ocupacional, en la que según el Estado de la Educación un 80% de la estructura de esta pirámide corresponde a la población con algún nivel de formación técnica, dejando una participación muy reducida a otras categorías como la ingenieril.

 

El camino no es sencillo, pero el país debe actuar pronto. La política que incentive la educación técnica va más allá de lo que pueda escribirse en el papel; la acción en conjunto con actores públicos y privados tiene que ser notoria y efectiva; los retos son los mismos, modernizar la oferta y realizar prospección que procure cerrar brecha entre la oferta y la demanda de perfiles técnicos. Esto es entre muchas cosas lo primordial de una política pública que procure establecer la educación técnica en una opción primaria para todo aquel joven que esté a punto de tomar la decisión de qué tipo de profesional será el resto de vida.

 

*Economista/Estudiante de la Maestría de Economía del Desarrollo/UNA

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Viernes 31 Octubre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Kenneth Acuña Segura*

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