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Opinión

Cosas veredes

Les traigo una anécdota muy conocida de Semana Santa, y a la cual me había referido en esta columna, pero quería recuperarla de la ceveteca pues me parece imperdible.


Se cuenta que hace unos años, un estudiante de intercambio sevillano, cuya familia es cofradera (es decir, pertenecen a alguna cofradía que lleva en andas a las imágenes en las procesiones, y se visten con trajes que los cubren totalmente con unos cucuruchos sobre la cabeza) retornaba a su casa luego de estar 15 días de intercambio en Estados Unidos. En correspondencia a su estadía, con él venía un compañero estadounidense, en cuya casa se había hospedado, y al que ahora le tocaba vivir, durante 15 días, en la casa del muchacho español. Pero resultó que el estadounidense llegó justo para empezar la Semana Santa, y además el joven sevillano no les había informado a sus padres un detalle muy notable: el estadounidense era afroamericano.


Fue recibido con muestras de alegría y cariño por todos, pero la madre de pronto se sintió incómoda, aunque lo disimuló lo mejor que pudo. De camino a casa, se le notaba preocupada. De pronto, dio una orden tajante: al llegar frente a cierto bar, dijo “nos vamos todos a tomar una cerveza”. De nada valieron las protestas de padres e hijos que aducían, con mucho sentido, que los dos viajeros venían muy cansados, que cómo se le ocurría meterlos a un bar (especialmente al visitante) sin siquiera llegar a casa, etc. Pero ella se mantuvo firme y ya se sabe que en toda familia, cuando mamá habla, todos obedecen.


Así que se metieron al bar, que curiosamente era uno con una temática religiosa. La señora, entonces, tomó de la mano al visitante y empezó a mostrarle y explicarle los diferentes trajes, exhibidos allí, que los cófrades usan en Semana Santa, varios de los cuales tienen aquella característica muy distintiva: la capucha, que cubre la cabeza, que es puntiaguda. Entonces, el visitante y sus familiares comprendieron cuál era la preocupación de la madre.


Como eran cófrades, obviamente en la casa estaban, por todos lados, esos vestidos picudos esperando a ser usados. “Imagínense”, dijo la señora, “si no le explico a este pobre muchacho lo que son los trajes de cófrades antes de entrar a nuestra casa, cuando los viera iba a pensar que se había metido en una sede del Ku Klux Klan”.


Por cierto, esos trajes son así en recuerdo de los penitentes que iban a sufrir castigo por parte de la Inquisición, y que eran vestidos con esos cucuruchos para escribir en ellos y hacer notable el pecado por el cual se les había condenado.

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Miércoles 16 Abril, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Ronny Ugarte

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