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Opinión

Un país de mancos

Sin importar que una mano lave la otra y que las dos laven la cara, en nuestro país, en nombre de la democracia, mucha gente de la derecha procura impedir, a como dé lugar, que la gente de izquierda opine en torno a temas trascendentales, ya sean de carácter nacional o internacional.

Curiosamente, en nuestro medio cobra vigencia la palabra “comunista” para descalificar al adversario, a todo aquel que opine contra el poder establecido. 

La intransigencia está a la orden del día. Poco falta para que se repita aquel pasaje de nuestra historia, cuando uno de los actores de la Revolución del 48 acuñó la frase de “no le compre, no le venda, no le hable”, aludiendo a los calderonistas y a los comunistas.

Ante un odio ideológico que, se supone, ha permanecido en reposo por muchos años, la clase política mantiene un silencio calculado. Representantes de los dos extremos se declaran “demócratas de centro”, pues si se trata de salir a la caza de votos, conviene evitar que lo identifiquen con cualquier extremo. 

Esto significa que a nuestro pueblo no le gusta la extrema derecha, tampoco la extrema izquierda.

“Sos un marxista”, te dicen, aunque seas un analfabeto y no sepas ni te importe quién fue ese individuo. 

Todo es cuestión de que te atrevas a cuestionar la injusticia social o la corrupción política o pretendas salir en defensa de los recursos naturales, cuya riqueza debe ser explotada en beneficio de cada pueblo, nunca de multinacionales extranjeras. 

A lo mejor ese que profiere el calificativo de marxista no sepa quién fue ese filósofo de origen judío, considerado como “el pensador del milenio” según una encuesta de la BBC de Londres.

Alguien podrá pensar que soy muy susceptible a las críticas. No. Soy consciente de un rasgo de muchos costarricenses, como si fuera parte de nuestro folclor, les agrada ofender y faltarles el respeto a sus instituciones, empezando por la del Presidente de la República, no importa de qué partido sea. 

Eso sí, que los demás se cuiden de cualquier comentario que cuestione el rol de Israel y los Estados Unidos en la preservación de la paz mundial. 

Ahora, por excepción, se permite hablar mal del presidente norteamericano, sometido a escarnio por la derecha de su propio país.

Hablar sobre la miseria que sufren miles de familias es un tema reservado para las campañas políticas que tienen lugar cada cuatro años. 

En ese momento es cuando aparecen los candidatos a presidente o a diputado, que ahora deben tener especial cuidado con su oferta electoral, pues si ofrecen más de la cuenta se les endilga el calificativo de populistas.

Cuestionar a los organismos financieros internacionales que recomiendan, como condición para el saneamiento del déficit fiscal y otros problemas financieros, el recorte de presupuesto destinado a la educación y la sanidad pública, ni pensarlo. 

Las recomendaciones del FMI, del Banco Mundial y otras instituciones multilaterales tienen un carácter casi sagrado, no importa si en sus propuestas se contempla el cierre de escuelas, colegios y hospitales.

En ese ambiente de hostilidad hacia la llamada “izquierda”, la prensa escrita procura obtener algún margen de maniobra, sin olvidar que los anunciantes son, en su mayoría, los guardianes de la democracia y que con sus anuncios se paga la planilla.

Mientras tanto, los noticiaros de la televisión privada se las arreglan para no hacer olas. ¿Cómo lo logran?: llenando sus espacios con fútbol y más fútbol y como complemento sucesos, algún operativo policiaco, congestionamiento vial y el estado del tiempo. 

Conviene tener mucho cuidado con alguna crítica a la Embajada de los Estados Unidos. Una queja, un gesto de disgusto, porque no te dieron visa, ya que el funcionario te vio con pinta de “espalda mojada” a lo mejor te convierte en un sujeto peligroso para la seguridad nacional.

Que a nadie de la izquierda, por supuesto, se le ocurra cuestionar la presencia en nuestro país de inversionistas extranjeros, no importa si en su país tengan alguna cuenta pendiente con la justicia. 

Aquí se da por sentado que la inversión extranjera da empleo y paga impuestos, no importa si en los campos agrícola e industrial produce contaminación. 

No importa si en el campo financiero sirva para la creación de paraísos fiscales destinados a la evasión fiscal y eventualmente al lavado de dinero. Tal parece que el lema de la derecha es “no cuestione, no critique”. En resumen, “no hable”.

Es lamentable, pero cierto: opinar en nuestro país se va convirtiendo poco a poco en algo muy jodido, particularmente sobre temas referidos a la Biblia, a la política internacional, a la distribución de la riqueza o la preferencia sexual de los individuos. 

Los religiosos te amenazan con el diablo y el infierno; los conservadores con algún castigo más sutil y más terrenal.

Un ejemplo: si la potencia regional, Estados Unidos, dice que tal país es gobernado por terroristas y narcotraficantes, ya está dicho todo. Más aún, aceptado. Y hay que repetirlo. 

Pero, si por arte de la geopolítica los narcoterroristas alcanzan algún acuerdo con la potencia, se les borra de la lista, y ya está. Todo el mundo contento. Ahora son los muchachos buenos.

Tampoco es bien visto que ese individuo de la izquierda haga mención alguna sobre la historia, no digamos de la Iglesia Católica en América Latina o del fundamentalismo protestante en los Estados Unidos. Aquí no resulta políticamente correcto censurar o cuestionar a las dictaduras latinoamericanas y mucho menos las invasiones ordenadas o ejecutadas por Washington que cobraron la vida de miles de personas y condenaron a la miseria a numerosos pueblos en México, Guatemala y República Dominicana, además de asumir el dominio del Canal de Panamá, a principios del siglo anterior.

Tal parece que las invasiones llevadas a cabo por Estados Unidos en países de América Latina ni siquiera forman parte de la formación pedagógica en escuelas y colegios. Termina uno por creer que la consigna de esos defensores de la democracia, referida a los estudiantes, es que “entre menos sepan, mejor”.

En términos históricos y políticos, tal parece que a los conservadores no les resulta conveniente hacer mención del papel que jugó la prensa de los Estados Unidos en la invasión de ese país a Cuba, a finales del siglo XVIII, para arrancárselo de las manos a España. Cualquier parecido con el papel que juega hoy CNN en Venezuela no creo que sea pura coincidencia.

En este artículo no he querido mencionar el papel de los sindicatos, pues esta modesta opinión tiene un carácter ideológico, mientras que la dirigencia sindical lo que mejor sabe hacer es pedir aumentos salariales y cerrar carreteras e interrumpir la prestación de servicios públicos, en perjuicio del pueblo, cuando sus demandas no son atendidas.

Ojalá que la clase política entienda que si una mano lava la otra y las dos lavan la cara su aplicación permitiría un mayor impulso al desarrollo nacional.

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Sábado 12 Agosto, 2017

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