(I + P) en el debate nacional
Política en positivo
Tal y como expliqué en la columna del 25 de abril, el propósito de este espacio es el de contribuir a recuperar la política como actividad fundamental para el desarrollo. Así que en las próximas 3 entregas intentaré abordar un tema escurridizo como es el que a continuación planteo.
Les propongo hacer un ejercicio. Escojamos cualquiera de los principales problemas del país. Me refiero a uno de esos de carácter estratégico que no se resuelven sólo con mejorar la gestión de la administración pública, como sucede con la materia fiscal, la energía, la burocracia y la tramitología, el empleo público o la infraestructura. Pues bien, enseguida notaremos que en Costa Rica no faltan fuentes especializadas de información, como sucede con el “Informe sobre el Estado de la Nación” y que hay suficientes analistas capaces de realizar su disección y explicarnos al mismo tiempo su origen y una variedad de posibles soluciones; entre las cuales, y esto es justamente lo que me interesa, no hemos sido capaces de aprobar y ejecutar una sola.
Einstein decía que más importante que la solución a un problema, es su formulación correcta. A estas alturas debemos considerar si la impotencia señalada obedece a un planteamiento incorrecto, que resulta de despreciar una de las dimensiones más íntimas de cualquier problema de desarrollo. Me refiero a la relación entre ideología y política, el factor I+P, y su efecto condicionante sobre el proceso de toma de decisiones.
En nuestro medio, ideología y política llegaron a entenderse como una dimensión problemática y ajena al análisis de cualquier problema público. Impulsados por una idea equivocada de la objetividad y la eficiencia, y confundiendo política con politiquería, ambos conceptos fueron sustituidas por otros dos como fórmula para contestar a 4 preguntas básicas, es decir, “qué hacer”, “cómo”, “cuando” y “con qué”.
Me refiero a sociedad civil y tecnocracia. La pretensión es que la primera nos informe de las necesidades y aspiraciones del pueblo, mientras la segunda aporta soluciones. El primer concepto es sociológico y sirve para describir la interacción entre organizaciones formales e informales, representantes y portadoras de una diversidad de intereses, que con independencia de que tan nobles sean, tendrán siempre un carácter particular o privado.
En una democracia representativa, los partidos son el agente armonizador de esa intensa y en no pocas ocasiones conflictiva diversidad propia de la sociedad civil. Así, una de sus principales funciones es la de producir una visión del interés público, derivada de la interpretación y selección de esa diversidad, con base en unos criterios que le cohesionan y diferencian de otros partidos.
¿Dónde se ubican los técnicos en el proceso de interpretar y seleccionar aquella diversidad? Pues en ninguna parte, salvo como fuente de consulta, porque no es su espacio, sino el del político, que por definición debe tener una visión amplia, general y comprensiva frente a la visión especializada y operativa del técnico.
Este puede decidir “cómo”, “con qué” y hasta cierto punto “cuando”, pero definir y contestar a la pregunta de “qué hacer”, es una función política, inseparable de cualquiera de las consideraciones relacionadas con la aprobación y ejecución de las decisiones contenidas en la respuesta a esa pregunta.
Reconocer la importancia de incorporar el factor I+P como elemento fundamental del análisis de cada uno de los principales problemas del país, no significa despreciar su dimensión técnica, ni es una pérdida de tiempo si consideramos que precisamente eso es lo que hemos consumido (perdido), limitándonos a enfoques tecnocráticos. Dejo hasta aquí la idea, para continuar con ella la próxima vez.
