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Opinión

Más que un médico… un ángel

Somos dados a criticar al Seguro Social, pero poco hacemos por reconocer a quienes dejan en alto el nombre de esta valiosa institución. Por eso, hoy quiero rendir homenaje a una persona que con los años no solo ganó experiencia y respeto, sino también cariño y amor de muchas, muchísimas mujeres, no porque sea un modelo de esos de revista, con cuadritos, bronceado artificial y labios rellenos de botox.

 

Es flaco, alto, moreno, de buen ver, pero su verdadera belleza la lleva en su interior y es de los profesionales más reconocidos y queridos, no sé si entre sus colegas médicos, pero sí estoy segura de que entre todas las pacientes, las viejas y las jóvenes, las ricas y las pobres, las más estudiadas y las que con costos saben leer, porque ante todas él es el mismo. 

 

Desde hace más de dos décadas honra con su presencia al Hospital de las Mujeres, les hablo del Dr. Mauricio Herrero, ginecólogo, cirujano y yo le agregaría consejero, amigo y más. Porque no solo es aquél que receta las medicinas o el bisturí para curar la enfermedad, sus palabras, paciencia y su amable sonrisa se encargan de curar el alma.

 

Lo conocí hace 24 años, cuando yo tenía 4 meses de embarazo de mi segundo hijo y el susto por el Terremoto de Limón me trajo síntomas de aborto, quizás solo era cuestión de esperar, que el feto se viniera, que yo sufriera y me viera obligada a superarlo pronto, porque mi otro chiquito me esperaba en casa.

 

Pero no, él puso todo su empeño, sueros, salbutamol y extrema vigilancia en mí y ahí está mi adorado hijo Pablo. Y cada día me doy más cuenta de que no fue un caso aislado, siempre que topo con pacientes de este hospital, confirmo que todas tienen historias humanas que contar y en ellas el común denominador es Mauricio Herrero. 

 

Aún hoy que atiende a mi mamá, veo que no se cansa de ser bueno, de estar contestando consultas, de no poder caminar libre por los pasillos porque muchas lo detienen cual artista al que piden un autógrafo, pero le preguntan sobre sus molestias, sus sangrados, sus temores y él para todas tiene tiempo y respuestas.

 

Quizás le sobra lo que a otros les falta, aquellos que lo ven a uno por encima del hombro, que le adivinan la molestia desde los dos metros de distancia, que no le dedican una mirada y yo he llegado a concluir que los tratamientos son más efectivos cuando además de un químico te recetan una palmadita en el hombro.

 

Su escritorio simple, con un lapicero barato y muchos paquetes de golosinas, es la trinchera desde donde cada día saca tiempo que no tiene para atenderlas a todas, y todas han aprendido que con él pueden contar, pero son tantas que hay que esperar, al fin y al cabo, esa espera vale la pena.

 

Su humildad es su gran escudo, con tanto que sabe, siempre que trabajé como reportera intenté entrevistarlo sobre algún tema o procedimiento, pero amablemente me dijo no gracias, porque tampoco le interesa que hablen de él, que lo vean en la televisión, en una fiesta de famosos o que lo halaguen, es más, si le hubiera consultado mi intención de dedicarle estas palabras seguro me dice que por favor no lo haga.

 

Pero yo he aprendido a ser agradecida, a reconocer cuando alguien se salió de la corriente y en verdad puso sus manos y sabiduría al servicio del prójimo. Ojalá que su ejemplo sea seguido de cerca por los jóvenes médicos que aprenden a su lado en los salones del Hospital de las Mujeres, para que vean su profesión como un instrumento para brindar amor.

 

* Periodista, asegurada y paciente

 

PERIODISTA: Ana Cecilia Cruz *

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Jueves 21 Mayo, 2015

HORA: 12:00 AM

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