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Opinión

Alternativas

Debemos forjar en Costa Rica una alianza positiva de esperanza.

 

Es necesario. Es preciso realizar importantes cambio en tiempos en los que parece cada día más difícil entendernos. Enfrentamos serios riesgos y el pesimismo y la desesperanza nos conducen a la inacción.

 

Pero no debemos, no podemos si queremos progresar y evitar el caos, dejarnos arrastrar por el pesimismo y la desesperanza. Nos dijo Benedicto XVI en Spe Salvi:

 

“Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.” Esta es la ruta para nuestra salvación personal, interior. Pero también es el sendero para la solución de problemas sociales.

 

Frente al déficit fiscal el gobierno se aferra a no bajar su gasto y los partidos de oposición a no aumentar los impuestos. Esto conduce a la inacción y ella nos llevaría -muy probablemente y a no muy largo plazo- al ajuste mediante una dolorosa crisis.

 

Cada grupo defiende, como es natural, sus rentas e intereses. Así es y a menudo solo ven el corto plazo. Desde la sociedad civil quienes viven ideológicamente comprometidos con un estado que lo haga todo, son intransigentes opositores a la venta de activos gubernamentales y a la participación de la inversión privada en la construcción de la infraestructura, la generación eléctrica y la prestación de servicios públicos. Quienes propugnan la libertad y la eficiencia, son renuentes a las consideraciones de pobreza y desigualdad. Sindicalistas y burócratas se aferran a sus privilegios, y empresarios y profesionales se oponen a eliminar exoneraciones de impuestos.

 

Al gobierno y a los partidos corresponde construir un conjunto de medidas que permitan estabilidad y eficiencia económica. A los grupos de interés interesa y les toca saber ver sus intereses en el mediano plazo.

 

En 1978 junto a los estertores de un modelo económico que había perdido su dinamismo inicial, vivíamos graves desequilibrios fiscales, cambiarios y financieros.

 

Pudimos haber escogido la estabilidad restringiendo el gasto, aumentando impuestos y devaluando; o la estabilidad con cambio estructural para ser eficientes en la producción. Pero no se logró acuerdo para ninguno de esos caminos. Creyeron los gobernantes que sobre la cresta del crédito externo se podría posponer la crisis. Imperaron los prejuicios y el temor al cambio.

 

Cuando se percataron los acreedores que no podríamos pagarles, acabó esa posibilidad. El dolor y el sufrimiento que embargó a cientos de miles de familias fueron inmensos. Pasamos de una quinta parte a una mitad de la población en pobreza, y tardamos más de un década en recuperarnos. Una quinta parte de una enorme generación de jóvenes perdió el chance de educarse del que disponían antes de la crisis.

 

Hoy los peligros son mucho menores a las de 1978. Pero son reales. Con pesimismo y aferrados a prejuicios no construiremos soluciones y más tarde o más temprano nos arrollará otra crisis con enorme sufrimiento para cientos de miles de compatriotas.

 

Es hora de construir con esperanza y optimismo.

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Lunes 08 Diciembre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodríguez

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