Editorial
Durante varios días un grupo de letrados de la Iglesia católica, entre ellos obispos, cardenales y sacerdotes, se reunieron para hablar acerca de cambios que deben darse al interior de esta institución para seguir atrayendo fieles. Esto es lo que se conoce como un sínodo.
Durante la clausura de este importante encuentro, el papa Francisco dejó ver la posibilidad de que la Iglesia una vez más vuelva sus ojos hacia los homosexuales y los divorciados, dos grupos que socialmente se encuentran viviendo “en pecado”.
Lo que Su Santidad espera es que de este sínodo salga un reencuentro con estos grupos, a los que la Iglesia ha dejado una herida muy honda que todavía sangra y a la que el Papa llama a curar, devolviéndoles la esperanza a las personas.
Entre los grandes avances de este encuentro está que, a pesar de que algunas de las propuestas para hacer que la Iglesia sea más abierta hacia estos grupos no fueron aceptadas, se habla del tema con más fuerza.
Desde la época de Juan Pablo II, la Iglesia católica ha sido clara al afirmar que Dios aborrece el pecado, pero ama sobremanera al pecador, de manera que nunca podría ver con malos ojos que personas de ambos grupos quieran acercarse nuevamente a sus filas, siempre que no lleven vida en pareja.
Entre los puntos más polémicos se halla la posibilidad de estudiar la creación de un camino penitencial para que los divorciados que volvieron a casarse puedan recibir los sacramentos.
En este caso la oposición fue férrea al principio, pero al final se admitió por mayoría. Donde no hubo consenso fue en la posibilidad de que este grupo reciba “la comunión espiritual” o “la comunión sacramental”.
En otro punto donde se lograron grandes avances fue la orden de que “los hombres y las mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza” y que se “evitará cualquier marca de discriminación”.
Si tomamos en cuenta la posición tan cerrada de la Iglesia en la mayoría de estos temas, el simple hecho de los acuerdos ya es un gran avance para la historia.
De todos los textos presentados, solo uno recibió la unanimidad de los votos. Se trató del segundo de ellos, en el cual se dice que la familia es la “escuela de humanidad”.
Ahí se advierte de la crisis por la que atraviesan actualmente las familias y las señales de crisis que muestran. Sin embargo la necesidad de contar con esta institución primaria de la sociedad es imperante, especialmente para los jóvenes.
“La familia asume, para la Iglesia, especial importancia en momentos en que se invita a todos los creyentes a salir de uno mismo es necesario que la familia redescubrir sujeto lo esencial para la evangelización. Nuestros pensamientos están con el testimonio misionero de tantas familias”, indica el documento.
Con esto quienes participaron en el sínodo logran dar un gran paso para el desarrollo de la fe. Las sociedades cambian y como estas las instituciones que las conforman también están obligadas a bailar al ritmo de los nuevos tiempos.
No es decir que lo que antes era pecado ahora no lo es sino entender que la realidad hace que cosas que creamos están mal tal vez no lo eran tanto.
Todo en la vida debe cambiar y transformarse. Ojalá que acciones como estas permitan que haya menos guerras en el mundo y se acabe la discriminación odiosa que en lugar de construir destruye.
