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Opinión

Alternativas

Lo imponen nuestras circunstancias. Tenemos que escoger. ¿Qué hacer con mi tiempo, ir a misa o al cine? ¿Qué trabajo buscar? ¿Reparar la silla del comedor o servirle más carne este mes a la familia? Enfrentamos muchas alternativas pero los medios son escasos, vivimos en el tiempo y somos ignorantes. No podemos tenerlo todo. Hay que escoger.


Esa es la alternativa que enfrentan los señores diputados, ahora en la Comisión de Hacendarios y luego en el plenario.


Cada ministerio, los poderes del estado, las instituciones que reciben trasferencias han hecho sus planes y sus presupuestos. El Ministro de Hacienda y el Presidente los han adecuado a los ingresos y los han presentado en el Presupuesto para su aprobación. La resolución final es de la Asamblea Legislativa. Y así debe ser. Es a los representantes populares a quienes corresponde expresar las preferencias del pueblo. Pero…tienen que escoger. No se puede hacer todo. Y la escogencia tiene consecuencias.


Unas consecuencias se refieren a la utilidad de cada programa comparado con los demás. ¿Qué rinde más beneficio a la sociedad, nuevas rutas de transporte de estudiantes o una carretera en la Zona Sur? Este criterio de costo beneficio debe ser aplicado hasta la resolución final.


Hay otras restricciones que provienen de los efectos globales del presupuesto.


Está bien que el gobierno tenga un cierto nivel de endeudamiento, igual que la familia que construye su casa que irá pagando durante años, y ya la disfruta. Pero después de un cierto nivel de deuda en relación con los ingresos, la carga financiera demandada se vuelve impagable. Eso lo sabe el gobierno y también sus acreedores. Por eso conforme aumenta la relación deuda pública a PIB, se le exige una mayor tasa de interés al gobierno para compensar el aumento del riesgo, y si se continúa en esa dirección llega un momento en que ya no se le presta.


Esto nos presenta un límite al volumen global del gasto. El déficit primario (Ingresos menos gastos pero excluyendo de estos últimos los intereses) no es sostenible por mucho tiempo. Y en nuestro caso ya lleva rato.


Cuando nos endeudamos debemos pagar de vuelta lo que se nos dio más los intereses. Por ello la deuda debe servir para aumentar la capacidad productiva, como lo hace la familia que compra casa o auto. Por esta razón la Ley de la Administración Financiera de la República y Presupuestos Públicos impone la obligación (que no se cumple) de que los gastos corrientes deben ser menores a los ingresos corrientes. (No debe haber déficit en cuenta corriente)


Porque ya la deuda pública es alta y no puede seguir creciendo ilimitadamente, porque la inversión es baja y eso nos afecta la capacidad de aumentar la satisfacción de las necesidades de las familias, y porque cualquier aumento de impuestos será limitado para no reducir mucho el crecimiento de la producción, hay que reducir el gasto, y el gasto que debe ser reducido es el corriente.


Una simple aritmética fiscal indica que el mínimo a reducir es un 1% del PIB: los 300.000 millones de colones de los que se ha venido hablando en el Congreso. Es necesaria una reducción real y no de apariencias: no se trata ni de posponer gastos ni de eliminar sub-ejecución que no se gasta.


La obligación de escoger como hacerlo es de los señores y las señoras diputadas. Al cumplirla se posponen peligros que nos amenazan y se abre campo para un aumento de la inversión pública.

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Lunes 13 Octubre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Miguel Ángel Rodríguez

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