La ley a su alcance

CONSULTA: Tengo un problema con dos tarjetas de crédito y ya me embargaron el sueldo. Lo extraño es que el patrono ya depositó la deuda, más el 50%, me siguen llamando de la tarjeta y mi casa sigue embargada. Quiero saber por qué insisten en que no he pagado si ya todo me lo dedujeron del salario.

RESPUESTA: Cada vez que se presenta un cobro judicial a un juzgado el acreedor solicita embargo de cuentas, salarios, casa y carros. El embargo se decreta por la deuda de principal, más el 50% para futuros intereses, honorarios y gastos.

Cuando las deducciones empiezan a depositarse por el patrono en la cuenta del juzgado solo hay un movimiento de dinero para que permanezca en la cuenta del juzgado, pero el acreedor no lo recibe. Por esa razón los intereses siguen corriendo.

Lo único que paga o abona la deuda es el giro que solicita el acreedor al juzgado. Si la autoridad judicial le ordena le giro y el acreedor recibe el dinero, la deuda disminuye y los intereses bajan.

Pero los primeros giros de dinero se aplican a los intereses y el capital principal queda igual, generando más intereses, que cada empresa aumentará con nuevas liquidaciones cada seis meses o cada año.

Por eso las cuentas crecen como un pan con levadura porque los dineros embargados no pasan a pagar cuentas sino a embodegarse en las cuentas bancarias de los juzgados.

Le recomiendo que saque copia del expediente, con el número del oficio de embargo, que lo ponga en manos de un abogado, que señale para notificaciones, que alegue prescripción de intereses.

En definitiva, que se defienda, porque si no lo hace, una cuenta de ¢1 millón puede llevarlo a vivir embargado por los próximos años y pagando tres, cuatro o cinco veces la deuda original.

El juzgado es un simple intermediario entre la plata que recibe, la guarda, mientras que el acreedor no pide que le giren para empezar a cancelar intereses, gastos, honorarios y finalmente el capital, que es el monto más dañino.

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Martes 16 Septiembre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Lic. Gerardo Morales